El error de Marx

 

Marx parte de una concepción plenamente metafísica (o estrictamente hegeliana) del desarrollo de las fuerzas productivas, que a su vez equipara en términos ontológicos con el aumento de la riqueza social; con la particularidad ‒siempre de acuerdo con Marx‒ de que si, en un periodo determinado, dicho desarrollo estuvo a cargo de la burguesía ‒la cual atesoró aquella riqueza social en su propio beneficio‒, la propia dialéctica de la historia hace llegar un momento ‒siempre en términos de Marx‒ en que dicha apropiación se manifiesta incompatible con las fuerzas que actúan en su seno (o dicho de otro modo, la apropiación burguesa del grueso de la riqueza social, así como la gestión capitalista del modo de producción), se declaran incompatibles con el desarrollo de las fuerzas productivas, así como con el aumento correspondiente de la riqueza social; dando con ello lugar, conforme al catecismo marxiano,  a la oportunidad (o tal vez  necesidad) de que el modo de producción abandone su forma capitalista y que su gestión pase a cargo del colectivo trabajador, poniendo de este modo la riqueza ‒que adquiere en consecuencia un nuevo impulso, a la vez que se recalifica en algún sentido‒ al servicio de toda la colectividad.

Todo esto resulta incompatible con un capitalismo como el hoy vigente (semiocapitalismo): el cual ha erigido la obtención de beneficios como el único criterio productivo y sin que tales beneficios estén ligados a una determinada clase social (el actual  dominio de los fondos de inversión y de los gestores profesionales en el núcleo del sistema): mientras el  presunto aumento de la ‘ riqueza social’ como supuesto objeto del sistema esté combatido desde su propia base mediante recursos como la obsolescencia planificada o la sustitución de modelos (vestimenta, productos tecnológicos, etc.) sin ningún criterio social y desde el estricto propósito de aumentar los beneficios; fenómenos en cuya base se encuentra la sustitución del producto/mercancía por la marca/signo-mercancía, como objeto de la producción, a la que me he referido en mi libro sobre el tema[1].

Todo lo cual nos obliga a concluir poniendo de relieve la dimensión histórica del análisis de Marx, así como su restricción a una determinada fase de la evolución del sistema capitalista, además de estar inextricablemente involucrado, como no podía ser de otro modo, con la filosofía y el imaginario social de su época.

                                                                                  Madrid. 14 de diciembre de 2024



[1] A. Caro, Semiocapitalismo: del producto a la marca, de la mercancía al signo/mercancía, Editorial Sb, Buenos Aires, 2023.

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